viernes, 10 de julio de 2020

El cambio.

El cambio.


El cambio en la concepción de la evaluación es el que permite que el modelo suponga una verdadera revolución en nuestras aulas. La metodología por sí sola no transforma un proceso de enseñanza si no está acompañada de una evaluación del aprendizaje que permita tomar decisiones didácticas de manera individualizada para el desarrollo de los alumnos. 

El concepto de evaluación es complejo y global, tradicionalmente en nuestro sistema educativo se vincula a la calificación, pero ésta es una visión muy reducida de la potencialidad de la evaluación. Hay, por tanto, dos claves esenciales en este modelo: interiorizar una cultura de evaluación que incida en el aprendizaje, y no sólo evalúe el resultado, sino que acompañe el proceso; y la elaboración de desempeños competenciales que permitan objetivar y medir con claridad el desarrollo de las competencias en los alumnos. 

Es necesario cambiar el enfoque, introducir autoevaluación y coevaluación de manera sistemática en la actividad cotidiana del aula y variar las herramientas de evaluación a utilizar. Entre las herramientas más utilizadas en estos momentos podemos señalar las listas de control, escalas de evaluación, dianas, rúbricas y porfolio. Podemos distinguir tres momentos para la evaluación en las aulas, en cada uno de ellos la finalidad y el objeto de evaluación son diferentes. 

• La evaluación inicial se realiza al inicio del curso y debería ser más una evaluación de diagnóstico que aportase información al profesor sobre los alumnos a los que dirige su programación. Es el momento de evaluar intereses, personalidad, estilos de aprendizaje, inteligencias múltiples. 
• La evaluación procesual, que como ya hemos dicho debe darse de manera sistemática, programada y diaria. Su objetivo principal es ayudar al alumno a identificar cómo puede mejorar en el proceso de aprendizaje.


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