Concentrarse en la fecha de lanzamiento.
El modelo tradicional de introducción de productos hace que ingenierÃa, comercial y
marketing se concentren en la importantÃsima e inamovible fecha de lanzamiento. Marketing
intenta seleccionar un «evento» (feria, congreso, blog, etc.) donde «lanzar» el producto. Los
directivos eligen esa fecha y diseñan el calendario, planificando hacia atrás, para poder tener
preparados y listos sus fuegos artificiales el dÃa que se lance el producto. Ni la dirección ni
los inversores toleran «equivocaciones» que den lugar a retrasos. De hecho, los programas
de ingenierÃa tradicionales tienen ciclos de prueba o test con nombres alfa, beta y real, pero
rara vez incluyen tiempos para mejorar el producto. Están orientados a terminar como sea el
producto inicial, y eso sÃ, con los fallos mÃnimos.
Los dÃas escogidos para el lanzamiento de un producto y para el primer envÃo a los clientes
no son más que las fechas en las que un equipo de desarrollo cree que la primera versión del
producto estará «terminada». No significa que la empresa entienda a sus clientes, o cómo
promocionar o venderles el producto; sin embargo, casi en cada startup, estén listos o no, los
relojes de todos los departamentos se ajustan irremediablemente según la fecha del «primer
envÃo a clientes». Es más, los inversores de una startup también ajustan sus expectativas
financieras según esta fecha.
El coro de los inversores dirá: «¿Por qué no? Se supone que eso es lo que hay que hacer. En
una startup, los comerciales y los de marketing deben conseguir poner el producto en el
mercado. Asà es como una startup hace dinero.» Este consejo es mortal; no hay que hacerle
ni caso. Centrarse sólo en el lanzamiento tras seguir una estrategia «disparen, apunten» que
pasa por alto el proceso de descubrimiento de clientes por lo general termina siendo un error
fundamental y fatal.
Naturalmente que cada startup o empresa quiere sacar cuanto antes su
producto al mercado y venderlo, pero eso no se puede hacer hasta que la empresa no entienda
a quién se está vendiendo y por qué un cliente va a comprar. La tradicional marcha forzada
ignora el bucle iterativo que dice: «Si nuestras suposiciones son incorrectas, tal vez tengamos
que probar algo diferente.» Apaga el ciclo «producir, probar y aprender» y asume que los
clientes vendrán simplemente porque el trabajo en producción se ha hecho bien.