La innovación.
La innovación se define como «la creación o adaptación de nuevos conocimientos y su aplicación a un proceso productivo, con repercusión y aceptación en
el mercado». Esta definición clásica, por sí misma, no nos dice dónde se van a
crear o demandar esos conocimientos a lo largo del proceso innovador. Durante
mucho tiempo se pensó que bastaba con una buena base científica para poner
en marcha el proceso innovador, que era suficiente formar y preparar investigadores científicos para conseguir la inyección de conocimiento de interés en
el ámbito económico.
Con el tiempo se ha ido demostrando que esto no es del
todo cierto, pues existen ejemplos de innovaciones surgidas desde las empresas, en centros tecnológicos, a partir de demandas de los consumidores, debidas
a los propios trabajadores, etcétera.
Estamos asistiendo al paso de un proceso inventivo a un proceso innovador,
es decir, a la invención como expresión individual de la creatividad, hasta la
innovación como proceso colectivo de creatividad. También se está produciendo el cambio de la innovación ligada a la empresa y al beneficio económico.
Pasando a la innovación ligada al mundo social y al beneficio colectivo e individual. La educación debe necesariamente contemplar estos cambios. Un elemento tan importante como es la creatividad, de la que en gran medida depende
la capacidad de innovación, de hecho constituye su germen, debe ser tenida en
cuenta y ser central en todos los programas educativos.
Educar para innovar es diseminar en la sociedad un estímulo a la creatividad y la versatilidad, al respeto por las ideas y a la interacción entre todos esos
elementos desde los cuales puede originarse una idea innovadora. Desde una
perspectiva actual podemos entender la innovación como un acto organizado
de participación creativa.
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