Educar la responsabilidad.
Implica dejar espacio al alumno para tomar sus
decisiones; que se le va ayudar dándole la información necesaria para que tome
una decisión correcta; que se le va a recompensar cuando lo haga bien y que se
va a aceptar el resultado de su decisión, aunque no se esté totalmente de acuerdo con ella. A medida que esto sea asÃ, el alumno debe ir incorporando conocimientos, para poder tomar cada vez decisiones más complejas.
Su «catálogo»
de posibles respuestas aumentará y mejorará, dependiendo de la retroalimentación que reciba de sus iguales y de sus mayores.
Otro de los aspectos imprescindibles dentro de este indicador es la motivación de logro, el estÃmulo de un sujeto por conseguir un objetivo viene
determinado por dos fuerzas, en cierto modo contrapuestas, y que son relativamente estables.
• Por un lado, la tendencia a tratar de conseguir el éxito en aquello que se
proponga: «deseo lograrlo».
• Por otro, la fuerza tendente a evitar el fracaso: «no deseo fallar».
Todos conocemos a esos alumnos que siempre están dispuestos a salir a la
pizarra y observamos la satisfacción con la que vuelven a su sitio cuando han
resuelto satisfactoriamente el problema. Este tipo de alumnos buscan experimentar el orgullo y la satisfacción que sigue al éxito, al trabajo bien hecho.
Se mueven por una alta motivación de logro. Pero también conocemos a esos
alumnos que nunca salen voluntarios, aunque sea una tarea fácil que saben hacer.
Cuando pueden escoger entre dos opciones, siempre eligen la más sencilla.
Evitan las tareas en las que tengan que competir y son especialmente sensibles
a la posibilidad de experimentar un fracaso que han de evitar a toda costa. En
definitiva, tienen miedo al fracaso, y una baja motivación de logro.