Algunos productos son virales por sí solos.
Algunos se pueden preparar para serlo.
Por ejemplo, cada correo electrónico enviado por Gmail termina con la frase: «Invite
(receptor) de Gmail.» Utiliza el proceso de «envío» de correos electrónicos para expandir su
red y la base de usuarios de Gmail.
Hay que animar a los primeros clientes o visitantes a promocionar el producto y la empresa
entre sus amigos y compañeros de trabajo en cada oportunidad que se tenga.
Se les pueden
entregar materiales (correos electrónicos, enlaces o demos) y se puede pensar en recompensar
a quien lo haga, como hacen muchos anunciantes online. Esta táctica es muy rentable y fiable
cuando se hace bien, en gran medida porque trae consigo el respaldo implícito del que
recomienda.
Se deben desarrollar widgets o enlaces sencillos que faciliten a los primeros visitantes o
clientes indicar que «me gusta» el producto, la empresa, o ambos en Facebook, o que puedan
tuitear sobre ellos. Hay que subir vídeos a YouTube y crear otros contenidos que se puedan
compartir que permitan explorar el producto.
La gente responde a lo que les gusta, o no les
gusta, a sus amigos y están más dispuestos a explorar algo recomendado por un amigo que
algo que ven en un correo electrónico o en un anuncio cualquiera. Se deben crear perfiles
sólidos de la empresa, del producto y de los usuarios en Facebook y en las otras redes sociales
que se consideren adecuadas, siempre que sea posible. Y hay que proporcionar información valiosa y de interés para los clientes potenciales en vez de mensajes puramente comerciales.
También puede ser interesante crear alternativas independientes, sin marca (sitios, blogs),
que se orienten específicamente al problema que el producto o servicio pretende resolver.
Por ejemplo, una startup que desarrolle juegos puede crear un sitio dedicado a «trucos y
consejos». Una empresa de aparatos médicos que venda balones gástricos podría tener un
sitio dedicado a la pérdida de peso.